La secta de las mujeres bosnias tatuadas

Hace un tiempo salió a la luz la secta de la mujeres bosnias tatuadas gracias a un interesante artículo de la revista digital Vice. Independientemente de los motivos religiosos que albergan los tatuajes y su simbología, este grupo de mujeres encierra una poderosa fuerza de lucha de contra la opresión y por su identidad. ¿Quieres saber quiénes son? Sigue leyendo.

Ejemplos de lucha los hay por todas partes aunque no siempre son visibles y este es uno de ellos. Se trata de un grupo de mujeres bosnias tatuadas que luchó durante siglos contra una doble discriminación, la de su condición de mujeres y la de su religión, la católica.

El artículo publicado por la revista Vice hace referencia a una niña llamada Tea Turalija. Tea creció en Bosnia Herzegovina rodeada de mujeres tatuadas. Durante su infancia pareció no entender el significado de esos tatuajes que adornaban las manos y el brazo de su abuela.

Muchas de las mujeres ancianas que la rodeaban en su niñez tenían algo en común: eran la última generación de una secta cristiana secreta que se desarrolló cuando Bosnia fue ocupada por el imperio otomano y todas tenían en común sus tatuajes.

Esta secta adoptó un símbolo común para identificarse, sus manos y brazos tatuados con tinta elaborada a partir de leche materna.

Con la ocupación comunista de Yugoslavia tras la Segunda Guerra Mundial, la secta desapareció, aunque el testimonio de Tea la ha hecho revivir y el hecho de que hoy yo la plasme aquí no es más la intención de ayudar a su objetivo.

¿Por qué empezaron a tatuarse las mujeres?

Tras la caída de Yugoslavia por el imperio otomano, la mayoría de los católicos fueron obligados a convertirse al Islam. Para conseguir estas conversiones, muchos de los otomanos ejercieron su violencia de todas las formas imaginables, y así, muchas de las mujeres bosnias fueron violadas, se llevaron a niños como esclavos e incluso los jefes turcos tenían derecho a dormir con las mujeres cristianas la noche de su boda, incluso antes de que su marido pudiera. Desde luego, el panorama era desolador.

Ante esa situación, muchas de las mujeres bosnias empezaron a tatuarse en su cuerpo (manos, dedos, brazos, pechos, frente…) motivos religiosos, cruces y otros símbolos. Su objetivo era doble: por un lado creían que de esta manera conseguían una protección espiritual que las alejaba del mal de los turcos, y por otro, los tatuajes las identificaban como católicas, con la intención de protegerse de la conversión y de mostrar su identidad.

Incluso empezaron a tatuar a sus hijos antes de cumplir los diez años. Como afirma Tea, “tatuar era necesario durante la ocupación turca de Bosnia Herzegovina para evitar que secuestraran a los niños. A muchos les tatuaron su nombre o sus iniciales en la piel para evitar que les robaran la identidad.”

Simbología y leche materna

Para tatuarse se utilizaba una aguja rudimentaria y una solución especial de tinta hecha con carboncillo, mugre, miel y leche extraída del pecho de una mujer en periodo de lactancia y que había tenido un hijo varón. Se creía que la leche de una mujer que había tenido un varón era la buena para tatuar, además de tener capacidades curativas.

Resistencia contra la opresión

El verdadero valor de la secta de mujeres bosnias tatuadas reside en su capacidad de resistencia. Durante años fueron amenazadas y tratadas como criminales. Aunque la secta sobrevivió a los opresores otomanos, las autoridades comunistas convirtieron a las mujeres tatuadas en el objetivo de campañas de odio. Tanto fue así que finalmente las mujeres dejaron de tatuar a sus hijos por miedo a las represalias y la secta prácticamente se extinguió en los años 50.

¿Y Tea? Tea aún no está tatuada, aunque, según sus propias palabras, , le gustaría hacerlo, “pero solo usando tatuajes de mi gente, porque son parte de nuestra identidad y tienen un significado que ningún otro tatuaje podría tener para mí. Si algún día tengo hijos, les haré estos tatuajes para protegerlos, para que sepan quiénes son. Me gustaría que les tatuaran con leche materna, como siempre se ha hecho. El único problema es que necesitaríamos la ayuda de algún artista de tatuajes moderno, porque las personas que sabían hacerlos de forma tradicional ya están muertas.”

Un ejemplo de fuerza femenina y de sororidad que merece ser contado.

Pilar Benítez, mujer todoterreno

Traductora jurada y amante del poder de la palabra