Admitámoslo: las personas mentimos. Lo hagamos con mayor o menor frecuencia y habilidad, todos decimos algunas cosas que no son verdad. Algo que tanto a Hillary Clinton como a los encuestadores del mundo (no olvidemos el famosísimo y comentado sorpasso imaginario al PSOE o el Brexit), les ha quedado claro. Trump se alzó con una victoria inesperada para la mayoría y que dio lugar a cientos de entrevistas a personas admitiendo orgullosos, sin miedo, que ellos sí le habían votado. Pero, ¿realmente ganó Donald Trump… o perdió Hillary Clinton?
El exceso de confianza de los demócratas
Hillary Clinton comenzó su campaña contra Donald Trump con un halo de victoria que se percibía hasta en España. El candidato republicano era la incorrección hecha persona, pues cuando no aparecía un nuevo escándalo que le afectaba de forma directa, ya encontraba él mismo la forma de expresar su machismo o racismo. Mientras tanto, Hillary representaba lo políticamente correcto y era apoyada por la gran parte de las celebrities de EEUU, algo que siempre queda muy bien de cara a los medios de comunicación. Partiendo de esta base, ¿qué podía salir mal?
Hillary ha pecado a lo largo de su carrera política de un exceso de confianza que no le ha traído más que problemas. Algo que pudimos ver perfectamente en los años 1993 y 2008. En la primera fecha, Hillary, como primera dama, trataba de sacar adelante una reforma sanitaria que terminó en fracaso, debido a su rigidez y poca habilidad para pactar. En el año 2008 le ocurrió algo bastante parecido a lo sucedido en la actualidad, pues se vio vencedora ante un Obama que consiguió movilizar a las masas. Cabría suponer que fracasos como estos podían haberle enseñado una gran cantidad de cosas, pero lo cierto es que Hillary sigue fallando por algo que parecería imposible: ser inteligente. Hillary Clinton es inteligente, ella sabe que lo es y que está más que preparada para un puesto de semejante envergadura, pero esa inteligencia le termina otorgando un exceso de confianza que afecta a sus resultados.
¿Está Estados Unidos preparado para un presidente afroamericano, pero no para una presidenta?
Al igual que nos hemos sorprendido por la victoria de Trump en estos comicios, hace ocho años lo hicimos porque Estados Unidos había elegido a su primer presidente afroamericano. Parecía que América había dejado atrás su pasado racista. Pero lo que consiguió Obama por las personas afroamericanas, Hillary no lo ha logrado por las mujeres.
Son muchas las personas que asumen que la derrota de la candidata demócrata se debe a su sexo. Estados Unidos sigue siendo un país muy sexista que se niega a ver a una mujer, al “sexo débil”, al frente de un país que hace alarde constante de su gran poder bélico. Y esto puede que sea verdad, pero hay factores que le han afectado mucho más. Y en mi opinión, uno de los más claros es el “efecto Obama”.
Barack Obama creó una ilusión, un sueño, que fue capaz de transmitir tanto a sus posibles votantes como a aquellos que no lo eran. Tras ocho años, su trabajo se ha visto reflejado en un descenso del paro, una reforma sanitaria que ha cambiado el país y una mejora de la economía, pero también en muchos proyectos que se han quedado en eso: en proyectos.
Obama no ha podido hacer todo lo que quería y esto ha sabido aprovecharlo muy bien Trump, que ha conectado con las personas que, desempleadas y en situaciones críticas, ven como la economía mejora y ellos siguen igual. Lo cierto es que Trump es un empresario. Su trabajo diario consiste en llevar empresas al éxito. Y al fin y al cabo, Estados Unidos, es solo una empresa más. ¡Confiemos en que sepa gestionar su nueva empresa de forma eficaz!
Pilar Benítez, mujer todoterreno
Traductora jurada y amante del poder de la palabra
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