Mandonas

Las mujeres decididas y protestonas tenemos fama de mandonas. Resultamos plastas, incómodas, porque no nos conformamos fácilmente, y eso nos aparta del rebaño. Sacamos el dedo de pontificar de uñitas manicuradas y señalamos al culpable de la ofensa… y ya puede arder Troya. A nosotras no nos van a parar.

Mandonas

Las mujeres decididas y protestonas no nos arrugamos ante la injusticia, ya sea por la abuela de pelo azul que se cuela al comprar el pan, por la cuenta desorbitada del bistrot de moda o por las condiciones en las que nuestro cliente quiere que negociemos el contrato. Y eso jode. Y les jode. Somos como un granito en el culo, porque estamos latentes, con nuestra gran sonrisa, pero nos lanzamos prestas, puño en alto, a defender lo que creemos que nos corresponde.

Las mujeres decididas y protestonas solemos tener pocas amigas, porque detestamos el chat de madres del colegio Y LO DECIMOS, porque nos parece una gilipollez el debate sobre si debería haber más pescado en el cole, Y LO DECIMOS. Y eso nos sumerge en un ostracismo auto-impuesto que nos gusta, porque somos independientes, y decididas (y protestonas, ya lo hemos dicho), y no nos suele gustar seguir la corriente, pero también nos hace sentirnos solas, muy solas, y extrañas, tentadas a veces de entrar en el grupo de Facebook de exalumnas de EGB a dar pulgares arriba como si no hubiera un mañana, como si nos importara, por aquello de sentir que pertenecemos a algo más grande que nosotras mismas. Como si la cena de Navidad del grupo de Pilates del gimnasio y sus complicados preparativos, tejes, manejes, cambios de fecha y cambios de menú nos parecieran perfectos… cuando todo el mundo sabe que NOSOTRAS sabemos organizar (y más rápido), y conocemos el sitio perfecto J

Las mujeres decididas y protestonas somos fascinantes y terroríficas a partes iguales para los tíos, porque vamos al grano y lo tenemos todo súper claro, y pensamos straight-ahead y nos dejamos de vericuetos y pajas mentales, pero también les damos mucho miedo, porque exigimos, exigimos mucho, en todos los sentidos, en los negocios y en las relaciones personales, y si no nos gusta tu pirulín o no sabes usarlo, te lo decimos sin anestesia. Porque somos dueñas de nosotras mismas, y no perdemos el tiempo en reuniones estériles, negocios absurdos, charlas vacías ni camas aburridas.

Las mujeres decididas y protestonas tenemos fama de mandonas, pero somos unas jefas excelentes, porque defendemos a muerte la justicia, y cuidamos mucho de nuestro equipo. Y somos excelentes parejas, porque entendemos muy bien lo que es la igualdad y arrimar el hombro. También somos unas mamás estupendas, porque sabemos mejor que nadie inculcar en nuestros hijos la autoestima necesaria para que luchen por sus sueños y PROTESTEN cuando les hagan (o vean que se hace) algo injusto.

Somos la embarazada con tripota que levanta al adolescente del asiento del metro para sentarse ella, somos las que pedimos la hoja de reclamaciones, las que escribimos reseñas negativas en Trivago, las que levantamos la mano en la sala de reuniones cuando alguien dice: “¿Algún comentario?”. Somos la chica de la película romántica que da un paso adelante en la iglesia cuando el cura dice aquello de “… si alguien tiene algo que objetar, que hable ahora…”.

Decididas, justas, protestonas. Mandonas. MOLONAS.

Pilar Benítez, mujer todoterreno

Traductora jurada y amante del poder de la palabra