Este artículo nace de una posible paradoja. Escribo en mi tiempo libre, lo que de alguna manera me hace preguntarme: ¿estoy trabajando en mi tiempo libre? Por irónico que parezca, es ante esta situación cuando te planteas cómo desconectar realmente en vacaciones.
Llegan las vacaciones y ¿realmente desconectamos?
Este artículo nace de una posible paradoja. Escribo en mi tiempo libre, lo que de alguna manera me hace preguntarme: ¿estoy trabajando en mi tiempo libre? Por irónico que parezca, es ante esta situación cuando te planteas cómo desconectar realmente en vacaciones.
Con este texto invierto mi tiempo. La idea, la redacción, la corrección, la revisión… todo el proceso creativo y ejecutivo es, en definitiva, una inversión de esfuerzo con fines profesionales. Y a la par, esta escritura también me permite reflexionar sobre cómo llevar a cabo una adecuada gestión del tiempo y lo que es más importante: cómo sacar el máximo partido a las horas que tenemos en nuestra vida.
Primera pregunta: ¿Qué son las vacaciones?
Las vacaciones no son más que un periodo de tiempo en el calendario, que normalmente se produce en los meses de verano, de horas no dedicadas al trabajo habitualmente remunerado y en un estado ideal, también al trabajo sin remunerar.
Si tenemos en cuenta esta premisa desde su sentido más radical, nuestro año se compone de pequeños fragmentos de tiempo libre, en los que no trabajamos. De modo que, partiendo de esto, lo interesante es preguntarse no solo si somos capaces de desconectar en vacaciones, sino si somos capaces de hacerlo en cualquier tiempo libre.
Segunda pregunta: ¿Cómo podemos desconectar del trabajo?
– Vivir en el presente, estar en el aquí y ahora
El verdadero desafío es ser capaz de poner de tu esfuerzo en el momento que vives. Esto debe aplicarse tanto a las horas de trabajo como a las de ocio. Ser capaz de poner todos tus sentidos, toda tu concentración en el presente, en la tarea que desarrollas en cada momento preciso, posiblemente es lo más complicado. Gracias a este ejercicio consciente de volcarse en el presente seremos capaces de eliminar esos pensamientos que, admitámoslo, son los que más estrés y ansiedad generan; debemos acabar con esa tóxica rutina de estar pensando siempre en lo que tenemos pendiente, en el “tengo que…”, en el “hay que…”, en el “después de esto voy a…”
– Aprender a relajarse
La sociedad en la que vivimos y nuestros hábitos y rutinas diarias, nos obligan a mantenernos siempre alerta, a generar una tarea tras otra y a ambicionar siempre un poco más de lo que tenemos. Esto no es necesariamente malo, el afán de superación genera cambios positivos, nos convence para afrontar nuevos retos, aprender a sentirnos más seguros y creer en nosotros mismos. Pero, aunque la fijación de objetivos, ya sean profesionales o personales, es una buena idea no debemos pasar por el alto que el proceso para llegar a esos objetivos debe ser un acto de disfrute.
No se me ocurre momento más propicio para preparar nuestro cuerpo y mente para este proceso que en vacaciones. Si somos capaces de relajarnos, disfrutar del “no hacer” o del “no producir”, cuando llegue el momento de reanudar nuestra rutinas habremos recargado energía y podremos poner el empeño necesario para alcanzar nuestras metas con pasión y seguridad.
– Alejarse y coger perspectiva
Cuando tienes que desarrollar una tarea compleja en tu trabajo o tomar una decisión difícil en tu vida (a nivel profesional o personal), a veces es bueno salir de la limitada visión de la primera persona y observar y analizar la situación en tercera persona. Mirar las cosas desde otra perspectiva puede ayudarnos a dar con la solución acertada, la que posiblemente tuviéramos ante nosotros pero éramos incapaces de ver.
Las vacaciones de verano cambian nuestro día a día, hacemos otras cosas y lo más seguro es que también estemos en otro lugar. La perspectiva del tiempo y el espacio en la que nos encontramos, son diferentes. Este es el momento idóneo para poder reflexionar sobre nuestros objetivos y tomar decisiones de cara a la “vuelta al cole”. Un periodo para prepararnos, fijar propósitos y planificar cómo vamos a conseguirlos al volver a nuestra rutina diaria.
Después de estas reflexiones, volvamos sobre nuestras palabras: ¿realmente he estado trabajando al escribir esto en mi tiempo libre? Y aquí es dónde se produce la magia, cuando te das cuenta de que utilizando de forma inteligente tu tiempo el tiempo libre, no solamente consigues desconectar, sino que además has podido replantearte cómo mejorar y qué pasos son los siguientes a dar, disfrutando del proceso, sacando el máximo partido a cada una de las ideas.
Pilar Benítez, mujer todoterreno
Traductora jurada y amante del poder de la palabra
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