La moda, el feminismo y el activismo político pueden estar más conectados de lo que se piensa. Ejemplo evidente de esta relación es la revolución de las mujeres de blanco, mujeres que en Bielorrusia se alzaron contra el machismo y llevaron a cabo una serie de protestas pacíficas vestidas de blanco.
Sucedió durante este verano del año 2020. Miles de mujeres en Bielorrusia vestidas de blanco o con trajes de novia salieron a las calles como símbolo de protesta feminista y resistencia política. Las movilizaciones surgieron tras la declaración de Aleksander Lukashenko, presidente bielorruso que dictaba:
«Nuestra constitución no es para mujeres. Nuestra sociedad no ha madurado lo suficiente como para votar por una mujer»,
Cuando en agosto se celebraron las elecciones presidenciales en Bielorrusia, tres mujeres, encabezadas por Svetlana Tikhanovskaya, le desafiaron en las urnas. Sin embargo, el presidente se atribuyó una victoria aplastante pese a las sospechas de fraude electoral y sin llevar a cabo ningún tipo de supervisión internacional.
Lo grave de esta situación no es solo la posibilidad de un fraude democrático, sino la declaración de Lukashenko que deja claro que su carta magna es solo para hombres. Los bielorrusos no se creen estos resultados y están en las calles para demandar su renuncia. Grupos de mujeres, vestidas de blanco y con flores en las manos, encabezan las protestas.
Las mujeres encabezan así una serie de protestas por la democracia y la igualdad, mientras que la respuesta de las autoridades ha sido la represión frente a una revolución claramente pacífica. Según los datos, unas 7.000 personas fueron detenidas en tan solo cinco días de protestas pacíficas reprimidas con brutalidad y torturas en prisión.
La revolución de las “mujeres de blanco”
La prensa acuñó el término de la revolución de las “mujeres de blanco” para el caso de Bielorrusia durante este agosto, pero este no es el único caso en el que las mujeres han utilizado el blanco como símbolo de protesta.
Otro caso similar que se produjo a principios de este siglo fue el de las «damas de blanco» cubanas, disidentes del Régimen formadas por esposas, hermanas, madres e hijas de presos políticos cubanos.
Como escribía Vanessa Friedman, editora de moda de The New York Times, sobre el poderoso poder de las mujeres vestidas de blanco en la política:
«Prácticamente cada vez que se hace historia, ahí está. [El traje blanco] ya no es solo un traje. Es un símbolo»
Veamos otros ejemplos de la relación entre el uso del blanco en la moda y el feminismo en cuestiones políticas: por ejemplo, cuando Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, hizo oficial el pasado 4 de diciembre que el Congreso estadounidense procedería con la acusación formal para destituir al presidente Donald Trump. Lo hizo vestida, cómo no, con un traje blanco.
Ese color también fue utilizado por Svetlana Tijanóvskaya (opositora de Lukashenko) el día de los comicios y en la mayor parte de campaña.
Pero la historia viene de mucho más atrás, de hecho, el color blanco está ligado al movimiento sufragista, cuando hace más de un siglo las mujeres reclamaban el voto femenino vestidas de ese color.
Geraldine Ferraro vistió un traje blanco con perlas cuando confirmó que sería la primera aspirante a la vicepresidencia de los EEUU en 1984. Hillary Clinton también llevó uno, de Ralph Lauren, el día que confirmó su candidatura en el ticket demócrata a la presidencia de EE UU. Hoy es un color que se reivindica, como resistencia política, también por las calles europeas.
Lo dice la historia: el blanco es un símbolo del lugar que ocupan (y deben ocupar) las mujeres en el poder político. Asociado a la pureza y lo virginal, el color blanco se ha erigido en un símbolo de resistencia y solidaridad femenina.
Temas: