Mi hija Ines, gracias a ella puedo disfrutar mucho más de ser mamá y del día de la madre

Mamá

La semana pasada asistí a un desayuno de directivas y empresarias centrado en asuntos tecnológicos. En el animado coloquio posterior, además de hablar largo y tendido sobre tecnología, terminó saliendo a colación la conciliación y el tema de los hijos, como suele suceder siempre que nos reunimos un grupo de mujeres casi de cualquier edad. Muchas de las mujeres que estaban allí, empresarias y directivas con muchos años de experiencia a sus espaldas y exitosas trayectorias, comentaban que lo normal para ellas era separar su faceta de profesional de su faceta de madres, mientras que otras se quejaban de que sus hijos habían supuesto un lastre para su carrera profesional. Algunas, directamente, declaraban haber renunciado a la maternidad para poder medrar.

Es una pena que las mujeres tengamos que elegir o una cosa o la otra, porque a los hombres no se les presenta este dilema. Y me siento una privilegiada porque yo no he tenido que elegir ni renunciar a nada… ¡Y es que además no quiero hacerlo! La maternidad me ha hecho mejor persona y mejor empresaria, porque mis hijos no dejan de aportarme enseñanzas cada día.

Gracias a mis hijos he aprendido a aceptar las cosas tal y como vienen, porque con un niño no se puede planificar jamás. Tener un hijo te obliga a cambiar de planes e improvisar sobre la marcha mil veces, y esa capacidad cuando la trasladas al mundo de la empresa es realmente valiosa. Mis hijos me han enseñado a ser humilde, porque da lo mismo todo lo que sepas sobre maternidad: cada hijo es una persona nueva e independiente que pone patas arriba todos tus planteamientos. Y esa humildad es un valor muy importante cuando diriges un equipo de personas desde que eres muy joven, ya que en ocasiones te olvidas de los que están por debajo.

Mi hijos me han enseñado a aceptar las cosas tal y como vienen, a vivir cada momento sin pensar en ayer ni en mañana. Con ellos aprendo a valorar hasta lo más pequeño: un caracol que nos sale al paso en el camino, chupar la cuchara del chocolate cuando horneamos galletas, la flor que nos acaba de aparecer en la puerta de casa. Todo es motivo de un asombro y una alegría infinitas. Todo se disfruta como si no hubiera un mañana, por eso yo disfruto también de mi trabajo y de mi vida como si cada día fuera el último, desde el más profundo asombro y agradecimiento por cada logro, por pequeño que sea. Afortunada de ser una privilegiada de contar con tan grandes Maestros.

Mis hijos me han enseñado a ser una excelente gestora de mi tiempo, porque 24 horas al día no bastan para llegar a todo. Y cuando te falta el tiempo te obligas a ti misma a centrarte en lo esencial: personas que merecen la pena, negocios que te estimulan, experiencias que te aportan, emails concretos y concisos, reuniones cortas y al grano. La vida reducida a un haiku. Pura esencia.

No quiero y no puedo renunciar a mi maternidad. Porque ser Madre me hace Mujer, Persona y Jefa con mayúsculas. Porque lo que ellos me aportan no te lo enseñan en una escuela de negocios… porque con ellos aprendo y me supero cada día. Y por eso, en el Día de la Madre quiero felicitaros a todas las mujeres-mamás, y pediros que no os escindáis en dos realidades. Somos una sola, indivisible y siempre buena.

Feliz día para todas.

Por cierto, en la foto está mi hija Inés, en vacaciones de Semana Santa. Hacía tan solo un par de semanas que había aprendido a caminar. Está intentando llegar ella solita hasta la orilla del mar. Pequeños piececitos, un largo trayecto. Poco a poco… como se hacen las cosas buenas, como se montan un negocio y una vida de éxito: paso a paso, sin dudar de una misma ni mirar atrás. Ella lo consiguió. Y tú, ¿lo consigues?