En tan solo dos horas, una película puede provocar en nosotros todo tipo de sentimientos, pues vivimos cada situación como si fuésemos nosotros los protagonistas de la trama. Sufrimos cuando todo va mal, nos esperanzamos ante cualquier mejora y anhelamos que finalmente llegue nuestro final feliz. Esto es muchas veces lo bonito del cine, quizá también lo más irreal, que las personas buenas y luchadoras, siempre consiguen sus sueños. Y hoy quiero hablaros de una de mis películas favoritas y más inspiradoras, protagonizada por una mujer buena y trabajadora. ¿Conocéis ya a Tess McGill?
Una humilde secretaria
Working Girl, traducido al español de forma nada acertada como Armas de mujer, narra la historia de Tess McGill (Melanie Griffith), una sencilla secretaria. Y esto no es que lo diga yo, sino que es algo que Tess oye una y otra vez al comienzo de la película. Tess no es más que una secretaria para muchos, pero ella conoce su potencial y quiere ser algo más: SABE que puede ser mucho más.
El problema es que resulta muy difícil medrar en el cerrado ecosistema empresarial, cuyas castas apenas se rozan. En él, las secretarias siempre son secretarias, los ejecutivos, siempre ejecutivos, y la cumbre queda prácticamente blindada a las mujeres.
Katharine Parker, la oportunidad que buscaba
Un desencuentro con uno de sus compañeros hace que Tess sea trasladada de departamento y empiece a trabajar para Katharine Parker (Sigourney Weaver). En este momento, todos los espectadores-protagonistas nos esperanzamos, pues Parker afirma que va a valorar las ideas de Tess, la va a ayudar a crecer profesionalmente. Pero cuando la protagonista confía en la que cree su mentora y le cuenta una idea de negocio, Parker se apropia de ella. Una decepción laboral que se une a otra sentimental cuando se encuentra a su novio en la cama con otra.
Sin embargo, el verdadero punto de inflexión en la vida de Tess llega cuando las malas dotes de Parker para el esquí (o quizá el karma), hacen que sufra un accidente que la inmoviliza durante un mes. La protagonista tiene que encargarse de los asuntos que ha dejado pendientes su jefa y decide hacerlo de forma completa, suplantando su puesto.
Tess sigue el consejo que días antes le había dado Parker, al decirle que las oportunidades hay que crearlas. Y así lo hace. Este nuevo cargo autoimpuesto le permite sacar adelante su idea de negocio a la vez que conoce a Jack Trainer (Harrison Ford), con el que vivirá mucho más que una historia profesional. Todo ello con un consecuente cambio de look que le da un aire mucho más femenino y profesional, ya que aplica el segundo consejo que Parker le dio citando a Coco Chanel: “Vístete mal y todos verán el vestido, vístete bien y todos verán a la mujer”.
¿Por qué me gusta esta película?
Armas de mujer refleja perfectamente el “sueño americano” y hace un excelente retrato de la vida económica en los años 90, cuando las mujeres comenzaban a conquistar tímidamente puestos de mayor importancia empresarial. La película es un elogio del trabajo duro y de valores muy positivos tales como la honestidad y la integridad, reflejados en los personajes de Tess y Jack Trainer, así como de la amistad verdadera, tal y como nos muestra el personaje de Cinthya (Joan Cusack), gran apoyo de Tess durante toda la película. No se trata de un filme feminista, pero sí muy femenino, que muestra el universo de la mujer, su interés por el amor, la amistad, la coquetería (¡¿quién no recuerda esta película cada vez que alterna los tacones con las deportivas?!), el desarrollo profesional, las redes de apoyo entre mujeres… Los personajes no son buenos o malos por pertenecer a un sexo determinado, ya que la traición, la deshonestidad o la envidia no aparecen adscritos a un género concreto, sino que son características de todos ellos. De la misma forma, presenta hombres y mujeres honestos y trabajadores por igual. Tess representa unos valores que están totalmente alejados del “todo vale” o el “fin justifica los medios” que parecen imponerse en los tiempos actuales.
Películas como esta nos hacen darnos cuenta de que nuestro trabajo es el que tiene que encumbrarnos o no, al éxito. Que en el camino encontraremos una gran cantidad de obstáculos, pero tenemos que superarlos y crear nuestras propias oportunidades. Y, sobre todo, que para hacerlo no tenemos que pasar por encima de nadie. (Y que por mucho que se empeñen los diseñadores, las hombreras y los cardados NO pueden volver. En serio.)
Pilar Benítez, mujer todoterreno
Traductora jurada y amante del poder de la palabra
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