Quedarse en paro es un drama a cualquier edad, pero más aún si ya has superado la frontera de los cuarenta años. En primer lugar, porque dependes de la nómina mensual y quedarte en paro implica la disminución inmediata de tus ingresos y el estrés que genera el hecho de saber que es por tiempo limitado. Por otro lado, supone la ruptura de tu planificación diaria: tú, que llevas 15 años llevando a tus hijos al colegio, y tratando de salir a una hora decente para pasar el resto del día en familia, te ves de golpe y porrazo en casa sin tu rutina habitual, lo que te genera una angustia difícilmente soportable. Y, por último, siendo realistas, las escasas oportunidades laborales para personas de más de cuarenta años, sin esperanza ni fuerzas para comenzar desde cero en otra profesión.
Recientemente, un amigo abogado, que trabaja en un conocido despacho, me comentaba que había recomendado a una antigua compañera de trabajo de cuarenta y muchos para una vacante en su empresa y fue rechazada directamente. Una persona que encajaba perfectamente con las necesidades del puesto, pero que no tenía la edad apropiada… ¿apropiada para qué? Todavía sigo pensando en ello.
¿Por qué los mayores de cuarenta y, especialmente, los mayores de cuarenta y cinco están fuera del mercado laboral? Lo siento, pero no lo entiendo. Una persona de esta edad está justamente en la mitad de su vida laboral, y no tiene sentido que sea rechazada y considerada “no apta” simplemente por su edad. ¿Qué se prefiere, gente sin experiencia y sin vivencias que aporten valor a la empresa? Entiendo que no. Entonces… ¿por qué no se contratan a personas de cuarenta y tantos? Os expongo mis propias conclusiones.
Motivos financieros
Una persona de cuarenta años tiene una serie de obligaciones económicas que le obligan a moverse en unas bandas salariales superiores a una persona de treinta años. Es lógico, principalmente por la experiencia adquirida. Hoy en día las empresas no están dispuestas a pagar por ese “know how”. Vaya por delante que pienso que la experiencia se tiene que pagar; sin embargo, no hay que presuponer que una persona de cuarenta y tantos no quiera cobrar por debajo de lo que debería. Cada cual tiene sus circunstancias personales y estar en el paro con dicha edad, mucho tiempo, tristemente rebaja mucho las expectativas salariales. Aún más en España, con una tasa de paro actual cercana al 20%.
En este sentido, la Administración debería de tratar de bonificar mucho más la contratación de personas mayores de cuarenta y tantos, o incluso la posibilidad de imponer ciertas cuotas de sus trabajadores a grandes empresas por rangos de edad.
Agilidad mental
En mi opinión, todo es cuestión de actitud, por lo que la falta de agilidad mental no puede ser una excusa. Todo el mundo puede aprender nuevas herramientas que le hagan ser más aptos para desempeñar su puesto de trabajo. Actitud, actitud y actitud, he ahí la cuestión. Nuestra generación ha crecido en la cultura del esfuerzo diario y el afán de superación, absolutamente nada que ver con la falta de motivación y capacidad de sacrificio que demuestran las nuevas generaciones que se incorporan al mercado laboral.
Personas escarmentadas
Ya hemos comentado el tema de la experiencia adquirida. Con 15 o 20 años de trayectoria laboral hemos aprendido cosas buenas y cosas menos buenas. Aunque hay que ver la experiencia siempre desde un punto de vista positivo debido a que se gestionan mucho mejor las emociones, los conflictos laborales y la relación con los clientes. Es muy complicado encontrar a una persona de treinta que controle todos estos parámetros-
Falta de disponibilidad
Inicialmente, una persona joven está más dispuesta a “echar horas” en un puesto de trabajo. Más aún si sumamos diferentes factores como la alta tasa de paro juvenil y la moda del “becario no remunerado” o el “chico de prácticas” que lucha por una oportunidad de inserción en el mercado laboral. En el caso de haber cumplido ya los cuarenta, y si encima eres mujer, madre con hijos pequeños y con obligaciones diarias, la predisposición a realizar horas extras no es tan grande.
Sin embargo, hay que admitir que una persona con experiencia es mucho más productiva, y por ende, pierde menos tiempo en tonterías, prioriza mejor y prefiere trabajar por objetivos en vez de echar horas calentando la silla. Por lo tanto, ¿qué se prefiere verdaderamente en las empresas?
En conclusión
El tejido empresarial español debe de cambiar su mentalidad, y mucho. Lo interesante es que en las empresas convivan tanto personas jóvenes con poca experiencia, como personas adultas que aporten sus valores experienciales, con una diversidad real. La diversidad siempre suma, nunca resta.
Tenemos que trabajar para que los cuarentañeros seamos visto como personas interesantes que tenemos mucho que aportar tanto a la empresa como a sus trabajadores. Por el bien de la sociedad y del futuro de nuestros hijos.
Pilar Benítez, mujer todoterreno
Traductora jurada y amante del poder de la palabra
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