En un mundo cada vez más conectado, desprendernos de Internet, las redes sociales o el correo electrónico durante un tiempo puede suponer un esfuerzo titánico, pues la “nomofobia” o adicción al móvil está cada vez más a la orden del día. ¿Es la tecnología una evolución o una adicción?
Vivir conectados: ¿evolución o adicción?
¿Se han creado las máquinas para facilitar la vida de las personas, o por el contrario, la hacen más difícil? Quién iba a decirnos hace apenas diez años que llevaríamos siempre con nosotros una máquina que nos conecta al mundo. La revolución del smartphone supera a cualquier otro avance tecnológico conocido hasta el momento. ¿Os imagináis llevar siempre con vosotros una lavadora, una batidora o incluso una radio?
La verdadera magia de este pequeño dispositivo, es que, aunque nació como un teléfono móvil, hoy se ha convertido en algo mucho mayor y más completo. Un smartphone es un teléfono, sí, pero también es una cámara, un acceso de búsqueda en Internet, es nuestro álbum de fotos familiar, la puerta de conexión a las redes sociales, un reproductor de vídeo o sonido dispuesto a sustituir a los casi desfasados reproductores de mp3 o a las pantallas de TV; es nuestro gestor de correo, un diario, una agenda… ¡Un planificador de vida! E incluso, y gracias al increíble desarrollo de las aplicaciones, puede ser capaz de decirnos qué comemos, cuánto dormimos, hacia dónde vamos o hemos ido, dónde estamos, por no hablar de usos más funcionales como convertir el dispositivo en una linterna, un despertador o incluso en un nivel medidor.
El smartphone, en definitiva, se ha convertido en una herramienta indispensable en nuestras vidas, en una prolongación de nuestro cuerpo.
Érase un hombre a un smartphone pegado…
Podemos decir que el famoso soneto que Francisco de Quevedo dedicó a su archienemigo Góngora: “Érase un hombre a una nariz pegado…” hoy adquiere un nuevo significado cambiando solo una palabra.
La situación actual puede ser una hipérbole, sí, pero reconozcamos que cuando el objeto domina al hombre, es el hombre, y no al revés, el que se convierte en un instrumento. Si eres de esas personas que no puede vivir ni un segundo sin echar mano al bolso o al bolsillo, es hora de que lo sepas: “eres una persona a un smartphone pegada”.
Nomofobia: la enfermedad del siglo XXI
En este escenario, aparece el aún poco conocido término de “nomofobia”, una palabreja que dará mucho que hablar, creada para designar el pánico o estado de ansiedad que sufren las personas cuando no pueden tener acceso a su teléfono móvil.
El término fue acuñado en el 2015 y en apenas dos años, se estima que al menos la mitad de población mundial lo sufre o ha sufrido alguna vez en su vida.
Una aclaración previa: “nomofobia” es una abreviatura de la expresión inglesa «no-mobile-phone phobia» y responde claramente al miedo irracional de las personas a quedarse sin móvil.
¿Alguna vez se te ha agotado la batería, has perdido el móvil, lo has dejado olvidado en casa…. y has sentido un vacío estresante e incluso ansiedad? Si es así, puede que estés sufriendo esta enfermedad.
Cierto es que la adicción al móvil no se encuentra todavía tipificada todavía como trastorno en las clasificaciones homologadas de enfermedades mentales, pero lo habitual es que la realidad vaya por delante de la investigación científica, de modo que probablemente solo sea cuestión de tiempo que pase a formar parte del listado de adicciones incluidas en los estudios de psicología y psiquiatría.
¿Cómo puedo saber si soy adicto a mi smartphone?
Los síntomas no son muy diferentes de los de cualquier otra adicción, como la ludopatía, por ejemplo. Según los últimos estudios, estos son los procesos a los que se enfrenta una persona con nomofobia:
- Existe dependencia psicológica: ¿No puedes consultar el móvil y esto te genera ansiedad? Si eres de los que cuando ve la lucecita de notificación encendida siente un irrefrenable deseo de echar mano al teléfono, estés donde estés y hagas lo que estés haciendo… puede ser que tengas “cierta” dependencia.
- Cada vez pasas más tiempo con tu smartphone. Quizás no midas ese tiempo, pero si ya has pasado ese límite en el que cuando estás en un reunión o incluso en una cena con amigos no puedes parar de consultar el móvil, sin que hagas con él nada realmente importante, admitámoslo… puede ser que cada día estés copando una porción cada vez mayor de tiempo en tareas que realmente no te aportan mucho.
- ¿Tienes “mono”? Si tus emociones se disparan y te conviertes en un manojo de nervios cuando no tienes el Smartphone a mano, sencillamente, estás sufriendo el conocido síndrome de abstinencia.
- No eres capaz de admitirlo. Este síntoma es la madre de todas las adicciones: -¿Yo? ¿enganchado al móvil?. No ser capaz de reconocer un problema seguramente es la prueba más clara de que lo sufres.
En definitiva, la adicción al móvil puede basarse en el estímulo de placer que a corto plazo nos produce. Cuando echas mano de tu teléfono, posiblemente aquello que vas a consultar, en la mayoría de las ocasiones, no es importante, o al menos, no es urgente. Sin embargo, responde a una de las motivaciones más básicas y firmes del ser humano: la curiosidad.
¿Qué habrá detrás de esos botones? ¿Qué mail he recibido? ¿Qué me han dicho en uno de los 10 grupos de WhatsApp en los que estoy? ¿Cuál es el trending topic del momento en Twitter? ¿Qué foto de la familia habrá puesto hoy la prima Ana en Facebook?… Y así, podemos continuar con una serie de preguntas de mayor o menor importancia, pero todas tienen en común algo muy básico: responden a nuestra curiosidad.
Uno de los paradigmas de la ética se da al preguntarse si una pistola es algo bueno o malo. Bien, la pistola es un objeto, por si misma no puede ser definida como buena o mala. Está claro que lo bueno o malo en un sistema de valores es el uso que las personas hacen del objeto. Podríamos decir que lo mismo sucede con nuestro querido smartphone, una herramienta que, de por sí, no es buena ni mala, eso dependerá de para qué y cómo la utilices. Así que, por favor, no perdamos el foco: la tecnología ha sido desarrollada para hacer nuestra vida más sencilla, no para convertirnos en esclavos de ella. Evita la paradoja.
Pilar Benítez, mujer todoterreno
Traductora jurada y amante del poder de la palabra
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