Antonio Moar es comunicador y Business Trainer con 20 años de experiencia en el ámbito de la (trans)-formación [como a él le gusta llamarla] y el entrenamiento de directivos. Trabaja potenciando la capacidad de influencia de los profesionales con el objeto de impulsar su liderazgo y sus habilidades directivas y de negociación.
Ingeniero y doctorando en económicas, siempre ha puesto la mirada en la interrelación de las personas como factor de éxito y felicidad. Interesado por los números y las ciencias, se decantó por el área científica a la hora de desarrollar sus estudios, si bien se sintió igualmente atraído por las relaciones humanas y las emociones, por lo que enseguida se centró en la docencia orientada al desarrollo del alumno y no a la asignatura impartida. Su objetivo es hacer y pensar la formación de «otra manera», abandonando el «tienes que» y trabajando sobre interacciones y reflexiones que producen cambios sustanciales y duraderos. Para ello ha creado un curioso método que denomina “Pregunting”.
Algunos de sus alumnos lo definen como un torrente de sabiduría, energía y capacidad de conexión al grupo, y en mi opinión, asistir a una de sus sesiones es altamente recomendable y muy difícil de olvidar. Más información en www.antoniomoar.com
En los últimos años, las técnicas de formación y coaching se han vuelto indispensables. ¿Qué crees que ha motivado la aceptación general de este tipo de metodologías?
Creo firmemente, y me gusta insistir en ello, en que ya no podemos trabajar sobre programas formativos generalistas porque la realidad, las situaciones, y las necesidades de conocimientos son diferentes para cada perfil. Por ello, las empresas hoy trabajan con soluciones específicas para cada uno de sus profesionales, con objeto de alcanzar la excelencia empresarial. Es decir: no es suficiente tener una plantilla comercial con nivel generalista; es preciso tener un equipo “equilibrado”, de manera que si uno de ellos es muy bueno técnicamente, podamos formarle para potenciar sus capacidades técnicas. Y por el contrario, trabajar habilidades interpersonales con aquellos profesionales excelentes a nivel técnico. Se trata de personalizar al máximo la experiencia de cada uno de ellos, porque solo de esa forma lograremos ser completamente competitivos.
Actualmente estamos poniendo el foco en la “gestión por fortalezas”, un concepto en recursos humanos que trata precisamente de eso: de trabajar sobre las fortalezas de cada persona para rentabilizar sus habilidades ya consolidadas. Es un camino lógico si persigues ser excelente.
En tiempos de crisis estamos dispuestos a reinventarnos y a adaptarnos a las últimas tendencias. ¿Crees que la economía ha podido potenciar el apogeo de las técnicas que llevas a cabo?
¡Pregunta interesante! Lo que hace la economía realmente es cristalizar las acciones humanas. Bajo mi punto de vista, la economía es “mucho más”, es la ciencia de la interacción entre los individuos, aunque en general se perciba solamente con un enfoque financiero y económico, la economía explica cómo nos relacionamos unos con otros y la forma en que intercambiamos nuestros recursos. Ya no solo recursos naturales o de producción, sino también los recursos humanos. Por lo que la economía es un excelente termómetro para analizar al propio ser humano y todas sus singularidades. No es una rama más, sino que es más ambiciosa y nos habla de lo intrínseco sobre nosotros mismos. “Economía” no es solo ingreso, gasto y magnitud macroeconómica, es también economía de tiempos, de momentos, de relaciones entre humanos. Y esa precisamente es mi área de investigación.
Cada empresa y cada persona es un mundo. ¿Es posible obtener una metodología general aplicable o hay que adaptar todas las técnicas de forma individual? Suele ser habitual que algunas personas experimenten rechazo si las sacamos de su zona de confort. ¿Te has encontrado con mucha gente que ha cuestionado tu trabajo? ¿Cómo solventas estos conflictos?
Yo soy partidario de personalizarlo y adaptarlo absolutamente todo a las necesidades y realidades del receptor. ¡Fíjate que hasta el “Cumpleaños feliz” lo canto incluyendo el nombre del homenajeado! La acción debe ser adaptada a la persona que la vive.
Por otra parte, a la gente le contraría que la saques de su zona de confort y seguridad, y sin embargo de alguna forma te invitan a hacerlo. La mayoría de los profesionales tenemos un reto interno sumado a un latente deseo de cambiar y mejorar, y acompañado por último del miedo a no ser capaces de conseguirlo o mantenerlo en el tiempo. Esta pregunta es muy interesante, ya que debemos entender que la forma de mover a alguien de su zona de confort es determinante: si no lo haces bien, se va a quejar y no va a querer hacerlo, pero si tu método permite que se sienta protagonista de esa salida, de ese proceso, la mayoría de los profesionales aceptan muy positivamente el reto.
El papel de un trans-formador es el de acompañarles en el camino, de guiarles, y este papel conlleva una elevada responsabilidad. Me parece normal que cuestionen mi trabajo ya que es una inversión de tiempo y dinero. He encontrado frecuentemente empresas y profesionales que te relatan pésimas experiencias, por lo que al final se muestran reticentes a volver a probar. Pero también es verdad que en muchas ocasiones encontramos profesionales brillantísimos capaces de darle la vuelta a este planteamiento. ¡Solo necesitan una oportunidad!
Volviendo a tu pregunta sobre mi forma de solventar el escepticismo, yo intento solucionarlo a base de resultados. Mi metodología es sencilla: comienzo con un profesional que está en el estado A y desea llegar al B, para ello proponemos una serie de indicadores, que iremos poniendo a lo largo del camino para determinar si nos estamos acercando a ese punto B de forma eficaz o no. Es por ello por lo que hablo de trans-formación: la formación es totalmente inútil si no consigue cambiar las cosas. Si no alteramos la cuenta de resultados de la empresa y la del profesional, estamos perdiendo el tiempo: solo creo resultados medibles como fruto de ese cambio interior.
Siguiendo con la estela de la pregunta anterior, ¿alguna vez has recibido agradecimientos de personas que en principio cuestionaron la utilidad de las técnicas? ¿Sientes que, en alguna ocasión, has cambiado la vida de alguna persona?
Afortunadamente, sí. Es la parte más gratificante de mi trabajo y uno de los motivos por los que siempre intento dar el 100%. Recientemente, una profesional, Elisa, me hizo una recomendación en Linkedin que alteró mi equilibrio emocional (risas). Los humanos somos realmente agradecidos.
Recuerdo que hace dos años impartí un taller de Análisis Estratégico Comercial en una empresa, y mi primera reflexión hablaba sobre la escucha copulativa . Unos meses más tarde me llegó una botella de vino al despacho acompañada de una nota que decía: “Solo con un concepto salvaste mi matrimonio”. El curso era profesional, era un curso de ventas, pero el concepto de la escucha ser-estar y parecer, sumado al de analizar realmente qué le importa al otro y que le haces sentir, hicieron a este profesional ver y escuchar a su mujer de otra manera. Eran un matrimonio con hijos, deteriorado, pero habían conseguido salvarlo simplemente cambiando la forma de escuchar al otro. Recibir esa nota de agradecimiento para mí fue realmente inspirador.
Así que sí, siento que a veces he cambiado, si no las vidas, sí los rumbos de las personas. Y por supuesto lo mejor, es que los demás también influyen en la mía: soy muy permeable.
En los últimos tiempos estamos asistiendo a la “fiebre del networking”, debido sobre todo al aumento de autónomos y pequeñas empresas. ¿Qué consejo podrías darnos para hacer un networking eficaz?
El consejo que yo siempre doy en estos casos es una afirmación contundente: el que da primero, recibe dos veces. Hacer networking es como chutar una pelota contra una pared. Por muy lejos que esté la pared, la pelota va a acabar volviendo. Y si no vuelve, no pasa nada. ¡Disfrutamos del chute! Creo que nos equivocamos porque intentamos hacernos compulsivamente con la pelota, tenerla todo el tiempo para nosotros, y nos centramos en nuestro propio ego. Todo ser humano tiene dentro de sí una parte altruista, generosa, de donante, y si somos capaces de sacarla, obtendremos frutos inesperados.
En resumen yo comparto el “dar sin esperar, recibir sin olvidar” que nos enseñó la gran poetisa británica Elizabeth Bibesco.
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