A pesar de que el abandono escolar ha ido disminuyendo los últimos años en España, resulta curioso que sea un 80% superior a la media europea y la tasa de abandono masculina sea superior siempre a la femenina: “La proporción de fracaso escolar es muy superior entre los chicos (22,7%) que entre las chicas (15,1%)”. – afirma la Eurostat (Oficina Europea de Estadística). Quizás las mujeres no seamos ese mal llamado “sexo débil”.
Si nos remitimos a los datos aportados por la OCDE y el informe PISA, los resultados muestran que el fracaso escolar masculino es mayor que el femenino. Cuando se habla de fracaso escolar, se hace referencia a que no se consigue el nivel básico de las tres áreas evaluadas: lectura, matemáticas y ciencias. Los propios estudios del Ministerio de Educación de 2018 establecen que entre los estudiantes que acaban la ESO, el porcentaje de varones repetidores (49%) prácticamente dobla al de las mujeres (26%).
¿Qué es lo que ocurre para que el fracaso escolar masculino sea tan acentuado en nuestro país?
Entiendo, los profesionales al respecto lo reafirman, que el nivel de inteligencia es igual entre ambos sexos y que la enseñanza en la escuela es igualitaria (aunque sobre esto existen muchos matices que darían para un artículo aparte).
Las hipótesis y explicaciones sobre el fracaso escolar masculino respecto al femenino, mayoritariamente se centran en que las chicas, sea por los motivos que sean (en eso no entramos), suelen tener una temprana madurez psíquica y física por lo general, son más constantes y estudiosas:
“Los chicos emplean una hora menos que las chicas en hacer los deberes en casa, y cada hora de deberes se traduce en cuatro puntos de distancia en el rendimiento, tanto en la prueba de lectura como en la de ciencias y la de matemáticas”
(Informe PISA)
Algunas encuestas llevadas a cabo por institutos españoles, reflejan que en la ESO y en Bachillerato los chicos dedican una media de tres horas semanales a los estudios, mientras que las chicas lo hacen ocho horas. Por tanto, se deduce que los niños invierten demasiado tiempo jugando a los videojuegos y delante del televisor en lugar de hacer sus deberes y que, a diferencia de éstos, las chicas se esfuerzan y trabajan más.
Las estadísticas del Ministerio de Educación afirman que, en España el 83% de las chicas acaban la ESO, frente al 73% de los chicos.
¿El género femenino es más autoexigente?
La responsabilidad y la exigencia hacia uno mismo pueden ser patrones culturales adquiridos. Lo cierto es que los datos apuntan que la inteligencia, las habilidades y las aptitudes no son una cuestión de sexo, si bien hay cuestiones de rendimiento, motivación e intereses que pueden estar asociadas a la identidad de género.
Las chicas se adaptan mejor al sistema gracias a que son precoces en la escritura y el habla y, por otro lado los chicos tienen mayor facilidad para el pensamiento lógico matemático y el razonamiento abstracto.
“Nuestro sistema educativo está en crisis, sobre todo, porque aplicamos la misma metodología a chicos y chicas sin tener en cuenta sus notables diferencias biológicas, el dimorfismo cerebral que explica sus distintos comportamientos”, afirma María Calvo Charro, profesora de derecho administrativo en la Universidad Carlos III y autora de numerosos trabajos sobre la educación.
Estemos de acuerdo o no con esta afirmación, es importante la nueva visión que aporta María Calvo a este tema en concreto. Defiende que existen ejemplos en Estados Unidos, Australia y Europa que demuestran que aplicar a los chicos y chicas metodologías y ritmos diferentes contribuye a mejorar sus rendimientos escolares. “En la educación diferenciada por sexos, las chicas están más centradas y tranquilas, menos pendientes de los chicos”, asegura.
El tema, sin duda, es polémico, pero de acuerdo con esta línea educativa se plantea que la educación diferenciada garantiza la igualdad de oportunidades porque atiende a las problemáticas de cada sexo. Se intenta alcanzar el mayor desarrollo personal y rendimiento académico posibles, pero el camino para conseguirlo es diferente para niños y niñas.
Ante una educación diferenciada, se ha comprobado, por ejemplo, que las chicas acceden en mayor medida a carreras de ciencias (estereotipadas como masculinas) cuando están solas. En el caso de los colegios exclusivos de chicos, éstos alcanzan un mayor nivel académico porque se les respeta su ritmo cognitivo y de maduración, más lento que el de las niñas.
Está claro que ignorar estas diferencias es injusto y puede suponer un perjuicio evidente para ambos sexos. Por tanto, es posible que lo que dificulte la igualdad de oportunidades sea la falta de respeto por las diferencias.
En definitiva, la educación diferenciada es algo que debería tenerse en cuenta hoy en día porque ofrece un mayor rendimiento académico, demuestra que las calificaciones se elevan de forma considerable al separar a niños y niñas. Se brinda una nueva visión a la escuela, se apuesta por lo académico, asumiendo que el colegio no es un centro de socialización o un lugar para hacer amigos, sino para crecer intelectualmente.
Ahora bien, volvamos al principio, de acuerdo con estos datos… ¿es cierto que las mujeres somos el “sexo débil”? Al menos a nivel educativo, los datos confirman que no.
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Pilar Benítez, mujer todoterreno
Traductora jurada y amante del poder de la palabra
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