El miedo a hablar en público es uno de los temores más extendidos. A muchas personas, por unos motivos o por otros, les cuesta “sudor y lágrimas” ponerse delante de una audiencia, sea la que sea, y comunicar. Sin embargo, es realmente difícil no tener que exponerse a este miedo en algún momento. A lo largo de la vida de una persona, sea por motivos laborales, formativos o personales, siempre habrá alguna ocasión en la que tendremos que hablar en público. ¿Cómo eliminar los nervios? ¿Cómo sorprender a la audiencia?
Por norma general, la mayoría de los miedos a los que se tiene que enfrentar una persona a lo largo de su vida, no son reales, y sin embargo los sentimos como si prácticamente pudiéramos tocarlos o aún peor, como si se apoderaran de nosotros y dejáramos de tener el control.
El miedo a hablar en público, en realidad, es uno de esos miedos, que sin ser un miedo real (en el que peligre nuestra vida), lo percibimos con mucha intensidad impidiéndonos incluso, llevar nuestra vida con naturalidad y sin permitirnos avanzar como nos gustaría.
Es normal sentir nervios al exponerse a una audiencia: nuestro sistema nervioso pasa a funcionar en “modo alerta”, una forma de asegurarnos de que corra la adrenalina y estemos preparados para cualquier cosa que suceda.
Este es un proceso natural y totalmente normal, que incluso debemos aprovechar y disfrutar. El problema viene cuando los nervios nos controlan a nosotros y entramos en pánico.
Este tipo de situaciones pueden hacernos pasarlo realmente mal, pero no enfrentarnos a ello no es la solución. Es imposible vivir sin exponernos en público: una presentación de trabajo, una reunión de empresa, un examen oral o incluso una reunión de la comunidad de vecinos. Somos seres sociales y comunicativos: ¿por qué no sacarle el máximo provecho y disfrute?
Vamos con los consejos:
Consejo 1: el presente es lo más importante
Uno de los síntomas de que los nervios se han apoderado de tu cuerpo es la sensación de que no estamos en el aquí y ahora. De repente, estamos hablando y nos centramos más en las sensaciones de nuestro cuerpo, nuestro tono de voz, nuestras posturas… que en lo que realmente está pasando y estamos diciendo.
No existe mejor forma de disfrutar del momento, que sencillamente, vivirlo. Lleva tu mente y tu cuerpo al mismo lugar.
Un truco que funciona por ejemplo, es mirar a los ojos a las personas, a una en concreto si es posible, para recordar dónde estamos y qué es lo que está pasando.
Consejo 2: respira, respira y respira
Cuando estamos nerviosos o comenzamos a entrar en pánico, hablamos más rápido y en consecuencia nuestra respiración es más agitada. Si somos capaces de controlar nuestra respiración inspirando lenta y suavemente, sin darnos cuenta volveremos a tomar el control sobre nuestro cuerpo y conseguiremos relajarnos.
Consejo 3: prepárate, pero recuerda que la perfección no existe
Si los días previos a hablar en público preparas adecuadamente tu exposición, te sentirás más seguro. Ensaya las veces que creas necesario, siéntete a gusto contando lo que cuentas… Piensa: nadie más que tú sabe lo que tienes que decir, y tienes una audiencia preparada para escucharte.
Ahora bien, marca límites: existe una línea difusa entre prepararse y querer llevarlo todo estudiado al dedillo. No peques de perfeccionista, recuerda que la naturalidad siempre es el mejor gancho para mantener la atención de cualquier persona.
Consejo 4: acepta el miedo y no intentes cambiarlo
Cuando pensamos que estamos nerviosos y queremos hacer lo posible por no estarlo, lo más seguro es que nos pongamos más nerviosos aún. No niegues que tienes miedo, no es necesario comunicarlo a los demás, es decir, no hace falta que digas frases del tipo: “estoy nervioso” o “perdón, me he equivocado”, pero sí que es necesario que aceptes tu diálogo interior sin intentar cambiarlo.
Los nervios están ahí y lo sabes, solo tienes que dejar que pasen. Como todo, acabarán por irse si los ves pero no dejas que sean los protagonistas.
Consejo 5: ¡disfruta!
Muchas veces nos ponemos nerviosos porque nuestra mente nos lleva a la peor de las situaciones, como si tuviéramos que enfrentarnos a un mal trago que queremos evitar. ¿Y si le damos la vuelta a la situación? ¿Y si disfrutamos en todo momento de lo que estamos haciendo? Créeme, cuando disfrutas de lo que haces, las cosas salen mejor.
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Pilar Benítez, mujer todoterreno
Traductora jurada y amante del poder de la palabra
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